jueves, 15 de marzo de 2012

Cena con un seudónimo


Don Raúl Mateos era un hombre muy conocido en su casa a la hora de comer y en ningún otro sitio más. Entre sus aficiones destacaba la de escribir, escribir mucho. Escribía en los Cafés, en su habitación, en la biblioteca, en cualquier lugar donde hubiera un pedazo de papel. Su segunda afición era perder concursos literarios. Siempre perdía pero él seguía presentándose. Concursaba siempre con el seudónimo de Mateos Garcías, aunque en ocasiones lo había alterado por Mateo de Garcías o Mateo de los Garcías. Últimamente se había presentado a la flor de su ciudad natal, un premio que otorgaba el diario local. No esperaba ganar. Como tampoco esperaba nunca triunfar en su tercera y definitiva afición: el amor de Flora. Flora era una muchacha hermosa, frágil, delicada y muy apetitosa, que vivía justo frente a su casa. Le escribía cartas todas las semanas y Flora las rechazaba de tal modo que hasta había llegado a amenazar a Raúl si volvía a escribirle.

Pero llegó una mañana insólita, lluviosa pero brillante, en la que el periódico local anunciaba en su portada que Mateo Garcías había ganado la flor de Villanueva del Perdedor. Don Raúl bajó corriendo al quiosco y compró tres ejemplares del diario. Dos para él, uno para su madre. Pero, mientras Raúl se alejaba del quioco, vio cómo Flora compraba un diario y leía atentamene el relato ganador del hoy ya famoso escritor Mateo Garcías. Sin pensarlo dos veces, don Raúl escribió una carta dirigida a Flora y firmada con su flamante seudónimo. En la carta citaba a Flora para cenar en el mejor restaurante de la ciudad.

Cuando llegó la noche y la hora de la cena don Raúl llegó deliberadamente temprano pues quería ver lo bonita que Flora se había puesto para él. Así, aguardó en un reservado desde donde se veían las mesitas del restaurante hasta que llegó ella. Cuando Flora se hubo sentado don Raúl Mateos salió del reservado y se presentó sonriente:

"Hola preciosa. Yo soy Mateo Garcías", dijo. Flora se levantó de golpe con un salto hacia atrás. Acto seguido llamó estúpido, gritando a Raúl y desapareció. Después de todo, a Flora nunca le había gustado cenar con seudónimos.


© Marcos Callau

5 comentarios:

  1. Hola, Marcos: Me ha encantado este relato; es como una variación de Cyrano de Bergerac pero menos trágica (o no , según se mire). Es cierto, ¡cuanto nos influye la apariencia física y cuantas cosas nos perdemos por ese motivo! Tal vez las personas ciegas tienen suerte en ese sentido, porque pueden centrarse sólo en lo que sienten.
    Un cariñoso saludo

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  2. Este siempre ha sido para mí uno de tus relatos preferidos aunque yo use un seudónimo (Borgo) también. Qué le vamos a hacer. Abrazos. Borgo.

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  3. Gracias Selegna. Creoq ue el final es menos trágico, sí, pero agradezco tu símil. Saludos.

    Borgo acabará mejor que este seudónimo, no te preocupes. Gracias por seguir pasando. Un abrazo.

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  4. Beleza de texto.Gostei demais.Deixo aqui meu grande abraço.

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